martes, 10 de junio de 2008

La muerte de Reich

El instante supremo.

Imaginado y escrito por Pato Varas
en homenaje a Wilhelm Reich.

¡Muerte! Te siento tan cerca que casi podría platicar contigo. Sé que ya no volveré a mi mundo, mi casa y mis cosas. Que aquí, en esta celda maldita, moriré y será dentro de poco, de muy poco.

Tengo miedo, miedo de que la muerte sea un encuentro con mi madre. Y siento, así, una ira incontenible hacia mi padre.

– Nunca debiste interrogarme acerca de mi madre. Tenía yo tan sólo doce años. Me usaste, abusaste de mi propia rabia e ingenuidad.

Estaba muy dolido de que mi madre tuviera amores con mis preceptores. Desde, entonces, empecé a despreciar la educación, esa forma tan burda de engañar y destruir a los niños.

- Mamá, perdóname, debí comprender que lo que hacías era legítimo. Que sólo el amor podía salvarte y que lo buscaste en quién estuvo cerca.

Mi padre era dominante, mi madre sumisa y yo aislado. Aprendía en mi propia casa lo que eran los caracteres neuróticos. Mi padre estaba envilecido por mantener el control; mal que mal trabajaba para el ejercito alemán. Mi madre padecía la frustración y yo el abandono.


Mi padre, que por algo se llamaba León, se acercó y me exigió que le contara lo que sucedía entre el preceptor y mi madre. Yo los había visto haciendo el amor y, antes, también haciéndolo con el anterior preceptor. Y se lo narré. Mi madre, que era psicológicamente muy débil y vulnerable, se suicidó. Nada en mi vida ha dado más vueltas en mi cabeza que este episodio. Mi madre era bondadosa y cálida conmigo y yo, con mi delación, la maté.

- ¡Madre mía! ¿podrás perdonarme?

Hace doce años escribí acerca de esto, decía, entonces, yo: La situación me ha quedado clara ahora, lo que hizo mi madre estaba perfectamente bien. Mi traición que le costó la vida, fue un acto de venganza, ella me traicionó con mi padre cuando robé tabaco para el carretero, y en desquite yo la traicionaba ahora. ¡Que tragedia! ¡ Ojala mi madre estuviese viva hoy para que yo pudiera reparar el crimen de entonces, treinta y cinco años atrás!. He puesto un retrato de esa noble mujer para tenerla constantemente delante. En vista de la brutalidad de mi padre, ella estaba perfectamente justificada en lo que hizo.

Ahora yo estaré muerto y habremos de conversar.

Estuve en la guerra, estudié medicina, trabajé codo a codo con Freud, fui miembro del partido comunista. Cuando terminó la guerra era tan, pero tan pobre, que iba con uniforme a la universidad. No tenía nada; ni ropa, ni dinero, ni nada que pudiera entusiasmarme…hasta que asistí, en 1919, a esa conferencia sobre psicoanálisis. Pensé que había alguna esperanza para poder vivir con sentido y me aferré a ella.

Yo era pobre y venía de una familia trágica y neurótica. No es nada de extraño que me alucinara con el psicoanálisis y el marxismo. Ambas cosas fueron por un tiempo, mi sentido de vida. Freud era honesto y recto, me miraba sin escrutarme. Fue mi primer padre. Me permitió que lo viera como un ser humano y me vio como un ser humano. Jamás me usó, y aún que con los años nos fuimos separando, porque profesábamos ideas diferentes acerca del psicoanálisis y de la terapia, siempre lo estime. Trabajé catorce años a su lado y llegué a ser su sub-director en su policlínico psicoanalítico.

He sido siempre un hombre libre. Por eso esta celda me está matando. El año 34 me alejé de la sociedad psicoanalítica y del partido comunista. Me fui y me expulsaron. Nada ni nadie me sojuzgo ni sojuzgará nunca. Y no lo hará esta celda. Fui maltratado por mis propios colegas; hablaban de la locura de Reich, de que intentaba seducir a mis pacientes. Por su parte, los funcionarios del partido comunista me desacreditaron, dijeron que debilitaba el fervor revolucionario al enfatizar la cuestión sexual entre los jóvenes. Así empecé a comprender lo que he llamado “la plaga emocional”

Ahora me doy cuenta que posiblemente mis mejores años son los que viví en Dinamarca, Noruega y Suecia. Me fui a tiempo, supe que con Hitler venían tiempos terribles para nosotros los judíos y para la humanidad. Fue en Noruega que elaboré mi teoría sobre la Vegetoterapia, donde construí mi primer laboratorio de biología, donde mi vida fue apacible y productiva. Donde descubrí en mi mismo que todo organismo se expande en un medio favorable y se contrae en un medio desfavorable. Donde, en 1939, escribí es artículo que dará inicio a mi gran obra final y que seguirá sin ser entendida y que es mi gran escrito: “Los Biones” ¡Que craso error fue haberme trasladado a Estados Unidos!

El doctor Teodoro Wolfe me invitó a trabajar en USA. Aquí desarrollé mi teoría orgonómica, que estos imbéciles consideran un fraude. Ya no volveré a mi chalet a orillas del lago Mooselookmeguntic, en Maine. Ya no volveré a jugar con mi querido hijo Peter, ya no volveré a viajar anualmente a Europa, sólo para disfrutar de la ópera y de conciertos, ya no volveré a mi laboratorio a estar con mi amiga inseparable: la ameba protoplasmática. Ya no volveré.

Aunque talvez sí. Talvez habrá aún 50 años después de mi muerte quienes me recuerden, me lean, me comprendan, me aprecien y me sigan en mi locura. Talvez me adelanté demasiado a mi tiempo y nunca debí confiar en estos imbéciles hombrecitos americanos. Talvez son otros hombres y otras tierras las que me acojan. Si así llegara a ser recuérdenme como un hombre doliente y limitado que abrió sus brazos y su mente al amor. Ese es el punto: el amor. Allí fracasan los padres, allí enferman los hijos; En el desamor y la carencia de humanidad.

Puedo ver los ojos de mi madre que se acercan. Puedo sentir su mano tibia y su pecho cálido que me envuelven. Puedo escuchar sus susurros que me dicen que no tema, que ella siempre me amó y me sigue amando y que todo volverá a estar bien.
Puedo dejar de pensar y pensar. Puedo sentir su amor. Puedo llorar tranquilo y quedo porque, por fin, todo está bien. Puedo dejar de respirar.