sábado, 12 de abril de 2008

Vivencias en esalen 2. (1977)

SIN LECCIONES, PATOW


Marcy, ahora me estoy acordando de ti. Las imágenes llegan naturalmente y son como pequeñas escenas del cine o la televisión.

Tus ojos están llenos de lágrimas y me dices:
- Patow, es hermoso, lo que has dicho es hermoso.

Nueve de noviembre de 1977. Mi día de cumpleaños. Susan se las ha ingenia-do para celebrar mi cumpleaños. Treinta y tres años. En el centro de la vida y de la muerte. Una poesía surge de mi adentro. Al final, Marcy está llorando y musitando: Es hermoso, muy hermoso.

El agua de la ducha hierve. Es tarde y pronto empezaremos la sesión nocturna. Casi todas las duchas están ocupadas. Entras y abres la camilla que está frente a mí. Lo primero que hago es admirar tu cuerpo, especialmente tus senos. Son muy bellos. Tu pareces no haberte dado cuenta de mi presencia. Lentamente jabonas tu cuerpo de espalda a mí y tratas, infructuosamente, de alcanzar tu columna. Dices "oh, gracias, Patow", cuando comienzo a refregar con jabón tu cuerpo. No es todo. Optas por de-volverme la mano. Ahora tú friccionas vigorosamente mi dorso y no encuentras nada mejor que terminar con un palmetazo en mi trasero.

Esalen no es un centro de nudismo. Sólo lo hay en los Baños Termales, con sus respectivas camillas de masaje, y en la piscina. Ocasionalmente, en alguna sesión de terapia al desnudo o terapia sexual. En todos los casos no es por el desnudo en sí, sino por baños, masajes o terapia. Como en más de una ocasión ha dicho Seymour Carter, Esalen es un "supermarket". Se ofrecen muchas cosas, cada cual debe saber qué escoger. Para muchos el nudismo es una fantasía que se acerca a la vergüenza. Para los que el nudismo es o ha sido una realidad, resulta una experiencia agradable, sin posibilidades de morbosidad, sensorial, de obligada franqueza (consiste en no ocul-tar nada) y que junto con elevar los índices de respeto hacia las demás personas baja los de objetivación sexual.

A mí siempre me pareció algo snob y de una morbosidad subterránea. Después de experienciarlo me di cuenta que lo snob y morboso era mi mente. El cuerpo posee una dignidad y moral a toda prueba. El asunto es estar en el cuerpo. El nudismo es una oportunidad.

Ruy, mi amigo americano-cubano, nos ha ofrecido un taller sobre energía se-xual. No podía ser de otra manera. Entre él y Marc, mi compañero de habitación, es-tán tratando de batir algún record en la materia. Marc, como secuela de su estadía de dos años en Africa, porta una irritación genital. Todas las noches se prepara una infu-sión de yerbas medicinales que ha traído desde el continente negro y mientras revisa su equipo comenta: "pronto pasará, no es nada contagioso".

Ruy nos ha pedido a los varones cerrar los ojos y esperar. Luego, dirigiéndose a ellas dice: "Miren lentamente a cada uno de los hombres que hay en esta habitación (somos como doce) y si sienten corporalmente atracción hacia alguno de ellos, acér-quense y guarden silencio junto a él. Por un instante estoy en suspenso, ¿pasará algo conmigo? Dos cuerpos se acercan y se sientan frente a mí. Cuando abro los ojos son Toshiko y Pat. Toshiko me dice que me ha elegido por "mi espíritu de independencia", Pat por "receptibilidad".

Ahora los papeles se invierten. Nosotros debemos mirar y elegir. Algunos rá-pidamente hacen su elección, otros nos quedamos esperando. La mayoría se inclina por Dee, una de nuestras docentes-líderes. Dee es rubia, pelirroja, pecosa, de hermosa sonrisa, sensible, muy femenina y bastante atractiva. Bruce y yo nos hemos quedado sin elegir. Yo no quiero disolver la unión sexo-amor. Claro que Dee, Suzanne, Chris, Rosalina, Catherine o Marcy son muy atractivas.

Marcy está frente a mí a ocho metros y sola. ¿Qué extraño? Obviamente Mar-cy es muy hermosa, muy curvilínea y claramente sexy. Es tan sexy que yo no me acerco.

Ruy termina la experiencia y nos pide nuestra retroalimentación. Entonces arde Troya. Merle con sus ciento veinte kilos le enrostra lo que llama "tu insensibilidad y bruteza". Casi nadie parece haber disfrutado con la experiencia. Siento la acidez en el aire. Acidez de frustración. No hay duda, ha sido una experiencia de Ruy. Su fanta-sía, su interés, su onda. Yo, estúpidamente, me pongo a intelectualizar. Expongo que sexo sin amor no vale. Que la relación de pareja debe ser naturalmente monogámica. Mis palabras caen como ducha fría, acá la fidelidad es un mito. Alguien exclama "na-da de normas, veamos la realidad". Yo contraataco, "por algo tenemos un solo pene, no dos ni mil". Entonces, Marcy estalla frenética, me grita: "¡Cállate, silencio, no quiero oírte más!" David, nuestro líder y coordinador del programa, me espeta iróni-camente: "Ámenme y amen mi lección". Marc salta como tigre y le grita: ¡Des-honesto! "Patow no entiende bien el inglés". Yo me acobardo, y hago como que no entiendo. David cree necesario darme una explicación: "Lo siento, me intranquiliza tu lentitud al hablar". Dee me apoya y encara a Marcy y David diciendo: "Yo quiero escucharlo, me interesa su punto de vista". Alguien, muy oportuno, nos dice a todos: "¡Respiren!" Lo hacemos. La agresividad comienza a disiparse. Todos, cual más cual menos, pedimos disculpas. Jeffrey, se vuelve hacia mí, respira profundo y entre sereno y contenido me pide: "Patow, por favor, no me des lecciones, por favor, a mí no me des lecciones. No quiero lecciones. Okey, Patow. Todo lo demás está bien. Pero, lecciones, no".

Para mí ha sido una linda lección. Lecciones se les da a los alumnos. Entre hombres, entre adultos, entre seres libres, las lecciones no caben. Queman tu libertad, la independencia y la propia oportunidad de ser.

Marcy. En mi fantasía llegué a imaginar que nuestra convivencia se estragaba. Y no. Estábamos tan cerca y abiertos como para ser capaces de enfrentarnos sin sepa-rarnos. Hubo un par de días en que nos rehuimos. Luego, volvimos a sonreírnos y mirar. No era amor ni amistad. Era plena convivencia existencial.


Es la ocasión de Marcy. En un grupo pequeño (cinco o seis) Dee está "facili-tando" a Marcy. Quieres despedirte de tu esposo y no te atreves. No ocultas nada. Nos damos cuenta que la relación ya no es relación. Tiene miedo, mucho miedo. Cre-es que nunca te enfrentarás a él. Dos o tres hombres más circulan en tu vida. Hieres sin querer herir. Sin engaño, engañas. Haces el amor sin amar. Tu cuerpo, tu sexo, tus senos y tu estilo Marilyn Monroe son tu cobija. Allí te refugias para lamer tus heridas, tu angustia y desazón. También para repudiarte, para gritarte y ofenderte. Y, sin embargo, tu rostro sigue siendo de niña, tu sonrisa plena y tus gestos indecisos y confusos. Eso eres tú. Esto sientes ser en este instante de terapia. Te gustaría creer en el amor. Me miras y dices: "A Patow lo respeto, le tengo miedo, él ama a una sola mujer en su vida. Para mí es imposible". Dee te señala: "Dícelo a él". "Oh, no, no me atrevo". "Titubeas". "Patow, ¿cómo es posible amar a una sola mujer en la vida? Yo... yo siento vergüenza". Tus ojos están llenos de lágrimas. Y todo no es más que una fantasía tuya. "Dee, ¿puedo responderle?" Dee asiente con la cabeza. "Marcy, estás muy equivocada con respecto a mí. Para empezar éste es mi segundo matrimo-nio, he conocido a muchas mujeres. Tu me entiendes, sexualmente. Sólo que con los años he llegado a sentirme capacitado para amar profundamente a alguien. He fraca-sado muchas, pero muchas veces. Y creo que ha sido para llegar a amar profundamen-te a Carola, no puedo predecir el futuro, sólo que ahora me siento feliz y pleno amando como amo. Bueno, todo lo que quiero decirte es que estoy enamorado de mi mujer".

Pareció que resucitabas. Fue como una bocanada de aire. Nos abrazamos, Yo caía del pedestal fantástico en que me habías puesto mientras tu aflorabas a la vida simplemente. Sentí, sentimos que creías en el amor, en una nueva oportunidad con tu marido o con quién sabe quién. No estábamos para juzgarte, sino para apoyar tu pro-ceso de auto-apoyo, de maduración. De vida en la vida, en la realidad. En tu realidad.

Dices que te separarás, que llegando al departamento lo harás. Dee te pide que lo escenifiques. Lo haces. En tu escenificación el departamento está vacío al llegar. Respiras con alivio, preparas tus cosas y dejas una carta de despedida. En la siguiente escena vives sola. Tocan tu puerta. Abres. Tu marido frente a ti. Conversan. Ahora sí, eres capaz de enfrentarlo. Terminas tu fantasía viviendo sola en otra ciudad. "Qué sientes ahora" pregunta Dee. "Miedo, mucho miedo a la soledad y miedo a no ser ca-paz de soportarla".

Marcy, ¿qué habrá sido de ti? Si te escribo una carta me gustaría que no la con-testaras. Así sabría que lo lograste. O, bueno que importa lo que hayas hecho, lo im-portante es que lo hayas hecho a gusto.


EL SATORI HACIA LO DIVINO
Estoy en el Taller de Janet Zuckermann, “Experiencias en Esalen”. El Instituto nos ha becado a Toshiko y a mí para asistir. La gorda Zuckermann está como siempre llena de bríos, dinamismo y energía. Los residentes hemos tenido ya la oportunidad de “meternos” en un par de reuniones con ella. Janet es una miscelánea de awareness, bioenergética, rajneesh y Janet. En definitiva, un estilo inimitable.

Estoy sentado masajeando los pies de un americano desconocido. Es delgado, fibroso, nervioso, de lentes, anguloso. De todo esto me doy cuenta y de más. Y no estoy ni observándolo ni analizando. Simplemente, todo lo que estoy haciendo es estar con él. Sus pies están helados y tiesos. Noto o imagino cierto pudor. Después de todo, no es nada común empezar a conocer a una persona de este modo. Lentamente se va relajando, parece dormir. Su respiración es ahora profunda y más rítmica. Yo siento que el tiempo va más lento, casi detenido y me es muy grato. La habitación está silen-ciosa e iluminada.

Ahora no soy más que mis manos y sus pies. Nuestra temperatura ha cambiado. Estamos tibios. Creo que definitivamente se ha dormido.

Cerca de medianoche todos bajamos a los Baños Termales. Janet nos pide a Toshiko y a mí que les guiemos. Ha sido una buena sesión. El grupo es numeroso, al-rededor de veinticinco. Las perchas rápidamente son copadas. Nosotros dejamos nues-tras ropas en el suelo, bajamos hasta las tinas y pronto la mayoría está disfrutando del agua y la conversación. Yo me quedo un rato mirando la luna y el mar. Toshiko siem-pre sonriente me apunta con su índice diciendo. “Ajá, romántico, recordando a Caro-la”. Encendemos velas e incienso. Hay quienes salen de las tinas para tenderse en las camillas a mirar la noche. El aire circula libre y no hace frío. Me visto e inicio mi ca-minata nocturna diaria de Esalen a South Coast Center, una dependencia del Instituto ubicada a una milla y media, donde los residentes dormimos.

La carretera está obscura y silenciosa. El cielo multipoblado de estrellas. De vez en cuando un auto pasa sigiloso con sus focos en alta. Como casi todas las noches, cuando camino hacia mi cabaña, siento deseos de rezar. Voy repitiendo ave marías al ritmo de mis pasos. Siempre son doce derechos por oración. Rezo por una mezcla sin-gular, temor a dejar de ser y felicidad y agradecimiento de ser.

Esalen es un centro de crecimiento personal, de educación, filosofía y religión. Para mí es la culminación en mi formación como terapeuta gestáltico y facilitador gru-pal. Descubro que todo lugar de real crecimiento personal es lugar de religiosidad. Fi-nalmente, la dimensión profunda aparece, no puede estar afuera. No es tal o cual reli-gión, es simplemente, el satori hacia lo divino, lo profundo, lo misterioso y, sin embar-go, personal.

Abro la puerta y enciendo la luz. Boy y Guy aún no llegan. Un pequeño ratón se queda quieto mirándome. Yo estoy inmóvil, él también. Intento lo imposible, acer-carme. Mi visitante desaparece y yo me quedo con una sonrisa de paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario