sábado, 12 de abril de 2008

Vivencias en Esalen (1977)

DIEZ PARA LAS OCHO DE LA MAÑANA.


Diez para las ocho de la mañana. El día está brumoso y nublado. En la terraza todo está mojado, la neblina cubre el mar hasta los acantilados mismos. En el Huxley, Pedro está terminando su sesión de Arica Gim. Bob, Guy y yo entraremos a las ocho para la sesión de Movimientos Feldenkrais.

La puerta del Huxley está rodeada de zapatos. El letrero reza: “Por favor, sin zapatos”. A las ocho ingresa Patrick, jefe de la tripulación de jardines, es el Feldenkrais`leader. Rubio, de pelo largo y tomado en una cola con un cuero, siempre lleva overall y ojotas americanas. Posee un algo impávido en su rostro y mirada, una cierta naturalidad bondadosa y respetable. Esa, al menos, es mi fantasía.

Su voz suena suave, profunda y monótona. “Ahora, lentamente, levanta el codo derecho. Respira y, lentamente, vuelve a bajarlo. Okey. Una vez más. ¿Qué estás sintiendo en tu cuerpo? ¿Qué sucede en tu brazo, en tu cuello, y en tu cabeza? Respira”. Siento mi cuerpo, el silencio, la mañana y el mundo. Una integración fina y sutil se va gestando en mí. Sentir mi cuerpo, darme cuenta sobrealertamente de mí mismo incluye ineludiblemente al universo. Y no es algo que pienso, simplemente es algo así lo que siento.

La repetición del ejercicio, siempre acostado y lento, la voz de Patrick y mi naturaleza conjugan un estado de semi vigilancia. Desde hace largo rato no estoy pensando, sólo sintiendo y moviendo mi cuerpo. Tiempo y espacio van quedándose en suspenso. Silenciosos y quietos. Siento paz, siento alegría, siento tranquilidad y ex-pansión. Y descubro que no es algo diferente a lo que usualmente siento en mi vida. Tan sólo que ahora estoy focalizado en ello.

Las nueve. El sol está disipando la neblina. El Lodge se ha poblado. Voces, risas, colores y olores. Tomaré mi desayuno, mi desayuno americano, con hue-vos, naranja, leche, pan negro y mermelada. Sherry y la chacra me esperan, el día re-cién comienza. Ha sido un buen comienzo.



FIGURAS FLOTANDO EN LA TARDE


El sol desciende hacia Oriente. En la terraza un grupo de hombres y mujeres flotan suaves y sutiles. Danzan Tai Chi. Siempre es igual. Ryan llega lentamente, se descalza y comienza. Poco a poco un grupo se va arracimando. Los zapatos y chaque-tones quedan a un lado y, libres, los cuerpos flotan con admiración.

Al tercer día estoy en medio del grupo, mirando e imitando la danza. Un natu-ral bienestar me recorre y aprendo con fluidez y alegría los inicios de este gesto orien-tal que involucra todo y nada.

El sol naranja cubre mi rostro. El y yo unidos por el mar somos una sola danza. Respiro y flecto mis rodillas. Mis brazos suben hasta la horizontal. Entro mis codos y ahora mis manos casi topan mis hombros. Respiro. Mis brazos caen y estoy rebotando hacia mi derecha. Con mis manos parezco portar un jarro mientras mis talones se abren en ángulo recto. Respiro.

Las ropas parecen música y un extraño imán nos hace uno. El tiempo es sólo nuestro movimiento. Todo queda en suspenso, en vilo, a veces en éxtasis.

Giro los brazos y el cuerpo. Nuevamente estoy cara al sol. Mis pies se deslizan ligeramente y mi mano derecha inicia un giro que va de punta a punta en la diagonal. Respiro, voy atrás y empujo una vez, dos veces la pared intocable del universo. Mi cuerpo toma vuelo y voy de una diagonal a la otra mientras, en la yema de mis dedos, una aceituna me equilibra. Por primera vez uno de mis pies se alza y al caer reboto de frente al sol, los brazos abiertos, el corazón palpitante.

Nosotros somos una sola figura flotando en la tarde.

Mi mano izquierda apunta como cuchillo y la derecha cae relajada entre mis piernas. Agazapado voy al frente, reboto y giro al sur. Mi mano cubre mi frente y mis ojos el mar. Nuevamente mis manos viajan en la diagonal. Por un instante estoy sus-pendido en un pie, me desplazo lateralmente y busco la diagonal con mi pecho. Respi-ro. Avanzo uno, dos pasos, mientras mis brazos desenvainan un tajo que parte en dos la otra pared del universo. Sobre mi cabeza giran mis manos y quedo quieto nuevamente frente al sol. El círculo de mis brazos se detiene en mi corazón. Respiro y al erguirme he finalizado la primera parte de la danza Tai Chi. El sol, sumergido en el mar, rompe el hechizo. Es hora de comer.


LA CABAÑA DE FRITZ


Me he dado un tiempo para ir a la Fritz`s room, la cabaña de Fritz Perls. Esta semana parece estar desocupada. A pesar de ello y de que su puerta está semi abierta no me atrevo a entrar. Me invade un sentimiento de respeto por la privacidad, tremendo. Más que mirar dentro de la cabaña, me interesa mirar desde la cabaña.

La cabaña le da su espalda al Instituto. Desde ella todo lo que se ve es el mar, los roquerios y lobos. Recuerdo “In and Out...” y comprendo mejor el ánimo de F. Perls. Se trata de Fritz y el Instituto y no de Fritz en el Instituto. Es un lugar muy aislado, en lo alto de la colina, desde donde se domina y aprecia Esalen. Creo que así, ni más ni menos, fue la relación entre el viejo y este terruño. El viejo, el abuelo, así gordo y grande, y no. Es chico y flaco, de overall azul celeste de toalla, plush dicen ahora. Incluso lo siento débil, con ganas de ser amado y mimado, con ganas de estar incluido. Y, al mismo tiempo, celoso de su intimidad física, con un gruñido típicamen-te judío alemán. Pizpireto, chispeante, pícaro, agudo, desenfadado, terco, fumador im-penitente y me encuentro mezclando todo lo que he visto de él en sus películas y mi fantasía. De todos modos, no creo errar ni una pizca.

Es muy hermoso y agradable escucharlos hablar de él. Siempre lo están recordando y citando. Citando sus frases y anécdotas, no sus libros. Muchos saben de él. Acá, los residentes, llegamos a sentirlo a él. No hay, en ellos, melancolía. Si una suave complacencia por haber vivido juntos y creado juntos. Una suave complacencia por haber sido juntos. Y para todos es Fritz, simplemente Fritz, también para mí.

Voy bajando lentamente por el sendero que conduce de la cabaña a la terraza. El mar rumorea infinito. Como en el Zen no hay nada que decir, es “simple-mente así”. Fritz vivo o muerto da lo mismo. La leña es ceniza, la ceniza nunca leña. Fritz es Fritz. “Una rosa es una rosa”.

LOS MAPACHES



Los mapaches han llegado a la terraza. Son cerca de las ocho y la cena recién termina. Me acerco al fuego. Grandes troncos, hojas y papeles crepitan silen-ciosamente. Es un instante lleno. El cielo parece figura y las estrellas fondo. Siento una sonrisa en mi cuerpo, en mi ser. Y, además, está el permanente sonido ronco del mar.

Seis o siete mapaches están merodeando entre mesas, bancas y arbustos. Son sutiles, sólidos y alertas, poseen un exacto sentido de la convivencia y se balan-cean entre la timidez y la agresión. Me acerco y se retiran, me detengo y se acercan. Difícilmente nos dan la espalda, prefieren levantarse sobre sus patas traseras y esperan nuestro siguiente movimiento. Doy un paso más, el mapache gruñe suavemente y se aleja trotando cadenciosamente. Me distraigo y el mapache llega hasta mis pies hus-meando y recogiendo restos. Ahora el preocupado soy yo y hago lo que muchos: me paro sobre una banca. El mapache pasa bajo mis pies. Siempre es igual. Si nos subi-mos a las bancas ellos sienten, al parecer, que el territorio les pertenece. Si nos baja-mos, ellos optan por los jardines y el pasto.

Con los perros es diferente. Por su rapidez, los perros logran ir más cerca de lo que ellos esperan. Algo del animal parece excitar al perro. Ladra, ladra y ladra. Entonces, y sólo cuando la escapada es más peligrosa que el enfrentamiento, el mapache ataca. Primero permanece quieto bajo una banca o junto a un arbusto. El perro ladra y salta alrededor, nervioso y excitado. En algún momento la cercanía es demasiada. El mapache chilla y ataca, de frente con su hocico en ristre. Nunca pasa nada más. Ahora es el perro el que salta y corretea en retroceso.

En los talleres siempre estoy hablando de “contacto” y ”balance”. Son dos conceptos que me gustan mucho y considero claves. El ser es un ser de relación donde lo más importante es desarrollar el arte de la convivencia. Convivencia con Dios, con el Universo, con el mundo, con los hombres, con los animales y cosas. Con-vivencia consigo mismo. Convivencia con la muerte para querer la vida.

Contacto es ser, estar y sentir con otro. Balance es contacto sin perder la identidad. En 1974, cuando comencé a trabajar con grupos de encuentro era un “presionador”. Ahora no lo soy. Es la diferencia entre leer a F. Perls y ser un residen-te de Esalen. Entre leer “Sueños y Existencia” y ver a Fritz en acción, aún cuando no sea nada más que en sus películas. Con el “presionamiento” puede que no pierda el contacto, pero sí el balance. Presionar es intentar que el otro se identifique conmigo. Perdido el balance quedo al borde de perder el contacto. Lo contrario es sensibilidad. Presionando nunca tocaré un mapache. Con-tacto y sensibilidad, tal vez. Después de todo es cosa de ambos.




DE COPILOTO


Ruy y yo estamos disfrutando en español. Ruy es hijo de cubanos y habla es-pañol a la perfección. Además, lo goza, lo paladea. Ambos estamos en el programa de facilitadores. Cada vez que veo en la T.V. la serie "Serpico" me acuerdo de ti, el pare-cido con el actor es tremendo. Ruy es alto, de pelo largo, moreno, de gran nariz agui-leña, desparramado y ligeramente jibado.

Ciertamente tú y Marc han venido acá en un plan que incluye, bueno, el destajo sexual. Al punto que Alex ha optado por viajar a buscar su casa rodante. Al parecer, la puerta de dormitorio que comparten, pasa con pestillo. Por lo demás, Ruy, tu auto-definición es sensacional: "un puto".

Una chica que ha llegado con el nuevo grupo de "Workscholars" se acerca y toma asiento junto a nosotros. No cabe duda que tú y ella se han prendado. Ella te pregunta "¿qué haces tú, Ruy?" "Soy un puto", respondes. "Vivo de las mujeres". Jenny se ríe y contraataca. "¿Y cuánto cobras?". "Bueno, no cobro, vivo con las muje-res, soy un mantenido". Así, paulatinamente, tú y Jenny se van atrayendo. ¡Vaya, si habrá maneras de conquistar a alguien!

Es obvio que desde un principio, tú y Marc no se tragan. Marc, mi compañero de pieza, es sutilmente irónico, rubio, y tan bello como que su apellido es "Le Bel". Acá, para todos es un patricio romano. En fin, que por estilo Ruy y Marc son muy diferentes.

En la puerta del Huxley, Ruy y yo hacemos hora después de comida. Marc se acerca mascando una manzana, mira a Ruy, mientras le brillan los ojos, le pregunta "Ruy, ¿tú has grabado discos, verdad?". Ruy agita su cabeza y contesta "No, no, no..." "Pero, has cantado en televisión". "No, nunca he..." "Bueno, pero tú eres cantante, te gusta cantar". "Mira Marc, la verdad es que no me interesa tu tema". ¿Qué tal si ha-blamos de algo más valioso? Marc larga la carcajada y agrega: "creo que es hora de empezar nuestra reunión nocturna, ¿entremos?".

Ruy anda de baja, Jenny lo ha despedido, y desde hace días piensa que si traba-ja conmigo en español podría ahondar alguna de sus trancas. Decidimos aprovechar mi turno en el video feedback. El programa está finalizando y debo mostrar, ante la cámara, el grupo y Dee, mi capacidad como terapeuta. La única regla es "cerrar la Gestalt en no más de cuarenta minutos".

"Okey, Ruy, cierra los ojos y respira. Ahora, todos centremos nuestro cuerpo y nuestra energía para brindarle nuestro apoyo y soporte a Ruy. Respiren. Gracias".

"Respira, Ruy y deja que afloren tus sentimientos o sensaciones libremente. Sin apuro. Tómate el tiempo que desees. Este es tu tiempo, tu momento, tu oportuni-dad".

Ruy me pide algunos "pillows". "El asunto es que con Jenny, Dick Price y, bueno, algunas mujeres, más". Ruy comienza su viaje, personas, heridas, fantasmas, momentos, fantasías y sentimientos nacen y mueren frente a la cámara y entre noso-tros. Ruy está todo adentro, todo afuera. Yo no soy nadie, sólo un espejo que subo y bajo al ritmo del oleaje. Ruy estalla en una mezcla de inglés y español. Por último las palabras, los idiomas sobran. Allí está viajando Ruy hacia sus propios vértigos con-migo de copiloto. Yo voy con un pie en sus profundidades y otro en mi realidad. Mi mezcla singular de Gestalt, Psicodrama, humor y Psicosíntesis queda atrás. Ahora cruzado el abismo somos tan sólo Ruy y yo. Al final, cuando, como diría Fritz, Ruy renace desde su propia muerte, Dee comenta "Patow es Patow" más allá de la Gestalt, Psicodrama o Psicosíntesis, "Patow es Patow". Susan aprecia mi "sentido del humor" y yo me despido de los dolores y alegría de Ruy para descansar en mi identidad.

1 comentario:

  1. hola, fue muy vivido tu relato, y me transmitiste una cadencia de relajacion, de "soltar"...
    trabajo en grupos de movimiento y a menudo leo experiencias de otros para enriquecer-me e intentar transmitir-lo ,GRACIAS! saludos, Alejandra.

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