sábado, 12 de abril de 2008

Maslow, entre la espada y la pared. (1986)

MASLOW
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

Pato Varas



Abraham Hard Maslow nació en Brooklyn y murió en 1970 a los 62 años de edad. Se licenció y doctoró en la Universidad de Wisconsin. Durante 18 años, desde 1951 a 1969, se desempeñó como director del Departamento de Psicología de la Universidad de Brandeis.

A Maslow se le conoce como uno de los grandes impulsores de la psico-logía humanística. En su enfoque, los conceptos de valores, autorrealización y self aparecen como pilares de su teoría del aprendizaje intrínseco, proceso mediante el cual uno aprende a convertirse en persona.

Dos son los libros más conocidos de Maslow: Motivation and Perso-nality (1954) y Toward a Psychology of Being (1962). Sin embargo, sus artículos más importantes fueron publicados en su obra póstuma The Farther Reaches of Hu-man Nature (1971).

En uno de esos artículos, “Music Education and Peak Experience”, Mas-low nos dice: “En términos sencillos, puede decirse que esta concepción sostiene que la función de la educación es, en último extremo, la autorrealización de la persona, su transformación en un ser humano pleno, el desarrollo máximo a que la especie humana puede hacer frente o el desarrollo que puede alcanzar un individuo como tal. Em-pleando una terminología menos tecnificada, diríamos que se trata de ayudar a la per-sona a convertirse en lo mejor de sí misma”.

Junto con desarrollar sus ideas, Maslow dedicó buena parte de su ener-gía a criticar tanto la psicología conductista como el psicoanálisis. De esta postura, nació la denominación de “tercera fuerza” para la psicología humanística.

En el artículo recién mencionado, tales críticas aparecen así: “Expe-riencias como la de tener un hijo han significado mucho para mí. Nuestro primer hijo me ha transformado como psicólogo, hasta el punto de producirme un rechazo visceral de las corrientes conductistas en las cuales tan ingenuamente he creído durante el pe-ríodo de mi formación académica. Con el nacimiento del segundo hijo, he descubierto que existen profundas diferencias entre las personas, inclusive antes del nacimiento, y he llegado a la conclusión de que me resulta imposible aceptar una psicología del aprendizaje que afirme que una persona puede enseñar cualquier cosa a cualquiera. Cuando I. Watson defiende la teoría, con la cual no concuerdo, de dame dos recién nacidos y haré que uno sea tal cosa y el otro tal otra, habla como si no hubiera tenido nunca un hijo.

Por otra parte, en Some Implications of the Humanistic Psychologies, escribe: “He procurado descubrir en la obra de Freud el sentimiento amoroso, el deseo de ser amado, y en particular, el deseo de amar. Pues bien, a pesar de que Freud ha sido llamado el filósofo del amor, su obra no trata más que de la patología amorosa, y explica en forma negativa la búsqueda de amor entre las personas, diciendo que se trata de algo ilusorio”.

Y concluye: “Esta creencia en la existencia de unas necesidades huma-nas de orden superior, de unas motivaciones y de unas capacidades, es decir, la opinión de que las teorías psicológicas dominantes (conductismo y psicoanállisis) han infrava-lorado la naturaleza humana, constituye la fuerza principal en torno a la cual se ha uni-do alrededor de una docena de grupos disidentes para formar el movimiento psicológi-co denominado “Tercera Fuerza”.

Ahora bien, para Maslow abogar por la autorrealización de la persona, por el desarrollo de los valores y por el descubrimiento profundo de sí mismo, implica girar en 180º la psicología y el aprendizaje. Así, llega a oponer al llamado “aprendiza-je extrínseco” el “aprendizaje intrínseco”. El primero viene a ser el aprendizaje de lo externo, de lo impersonal, el aprendizaje de asociaciones arbitrarias, un aprendizaje acumulativo y sin relación con la persona misma que aprende. Agrega Maslow: “Este es el modelo que llevamos escondido en la mente y que no llegamos a explicitar cla-ramente. En conformidad con este modelo, un maestro activo enseña a una persona pasiva, modelándola, dándole algo que ella luego acumula y que más tarde probable-mente olvida o retiene en función del proceso de adoctrinamiento inicial y de su propio proceso de acumulación de hechos. Me atrevería a afirmar que el 90% de la “teoría del aprendizaje” se ocupa de aprendizajes que no guardan ninguna relación con los ele-mentos intrínsecos de la persona. Tal tipo de aprendizaje refleja claramente los propó-sitos del maestro, e ignora los valores y objetivos del sujeto mismo de aprendizaje. Es justo, por consiguiente, denominar amoral tal aprendizaje”.

El aprendizaje intrínseco, en cambio, genera un modelo diferente donde el profesor es un facilitador o maestro taoísta, que actúa más como receptor que como intruso. Este facilitador incluye en el aprendizaje aquellas experiencias que son o han sido significativas para la persona. Al igual que un buen manager de box, nos dice Maslow: “Entrena a un chico, para que si es un Joe Dakes, llegue a superar a Joe Da-kes. Es decir, estudia su estilo natural y construye sobre él mismo... desarrolla sus propios talentos...

A. Maslow cree que éste es el modo como podría funcionar gran parte del mundo de la educación. Una educación que acepta a la persona y le ayuda a averi-guar la clase de persona que ya es, cuál es su estilo, cuáles son sus actitudes, qué es lo que se le da bien y qué no, qué es lo que podemos desarrollar, cuáles son sus cualida-des naturales, cuáles sus potencialdades.

Una educación que no amenaza, sino que es más bien tolerante con la naturaleza del niño. Una educación que, por encima de todo, ama al niño, estima y quiere lo que en él ya es y desea su crecimiento y autorrealización.

Para corroborar sus ideas, Abraham Maslow afirma: “Si uno trabaja con grandes creadores, grandes científicos, científicos creativos, puede comprobar que esto es lo que ellos revelan.

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