sábado, 12 de abril de 2008

Bill Schutz y la cultura de los encounters (1986)

WILLIAM SCHUTZ Y LA CULTURA DE LOS ENCUENTROS

Pato Varas

La palabra “encuentro” (encounter) no es, de ninguna manera, algo nue-vo; si no más bien, de rancia historia. Y significa tanto encuentro como combate.

Los grupos de encuentro son, en cambio, relativamente nuevos. Apare-cieron, y de manera impactante, en al década del 60. El comentario de Carl Rogers, una de las mayores eminencias en el campo de la psicología de los EE.UU. y el mun-do, fue: “Los grupos de encuentro son la invención social más significativa de este siglo (1).

Los grupos de encuentro no nacieron por generación espontánea ni co-mo producto de la inercia. Se proyectaron tanto desde los grupos psicoterapéuticos como de los grupos T y afloraron por una fuerte urgencia de innovar con respecto a la forma de vivir y los principios y valores que ello contiene. De esta manera saltó más allá de ser una metodología de trabajo o un compendio de técnicas.

Así como el padre o “re-encontrador” (así se autodefinió) de la Terapia Guestáltica fue Fritz Perls(2); el propiciador de la “cultura de los encuentros” fue y es William Schutz. ¿Qué misterioso sino hizo que ambos trabajaran y vivieran, al mismo tiempo, en el Instituto Esalen de Big Sur, California?

William Schutz es un hombre calvo, musculoso y de apariencia prusia-na. Periódicamente ofrece talleres y seminarios en el Instituto Esalen. La descripción de ellos aparece en los catálogos de Esalen en dos líneas: “5 días con William Schutz. 300 dólares”. No necesita más, su nombre basta para presentarlo.

En noviembre de 1977, Schutz ofreció una charla, junto a Ken Dycht-wald y Allan Schwarts, a los que entonces pertenecíamos al programa de Residentes del Instituto Esalen. Tres colchones fueron puestos, uno sobre otro, a manera de gran sofá, cerca de una de las paredes del Huxley, salón principal del Instituto, llamado así en recuerdo de Aldous Huxley, el escritor y pensador inglés, que viviera sus últimos años en California. El resto del salón fue tapado con “pillows” (grandes cojines). Tres micrófonos de una grabadora fueron instalados frente a los colchones. De esta forma se publican muchos de los “papers” de Esalen. Entonces, David Schiffman, nuestro coordinador principal, les hizo la pregunta única.

Ustedes han trabajado con miles de hombres y mujeres, en talleres, se-minarios y cursos, donde propagaron la necesidad de que el ser humano sea uno, en su mente y cuerpo; han publicado uno o más libros y muchos artículos, cada uno, donde exponen sus ideas, sus métodos y técnicas y su enfoque para que el hombre se encuen-tre consigo mismo y con otros; ustedes, con igual énfasis sostienen que la verdad está en el cuerpo y que lo primero es encontrarse con el propio cuerpo, desarrollarlo y aprender a ser honesto con él y desde él. Y bien, ¿qué nos pueden decir acerca de su personal encuentro con sus propios cuerpos?
Ken Dychtwal había adoptado una posición oriental sobre los colchones, Bill Schutz se apoyaba sobre sus muslos abiertos, ligeramente inclinado hacia adelante y Allan Schwartz, echado atrás, miraba el cielo mientras una y otra vez manoseaba su nariz.

Todos estábamos descalzos y sentados o recostados sobre los cojines. Schutz vestía shorts y la parte superior de un buzo deportivo, el cual, abierto, dejaba ver la totalidad de su torso. Era lo que se llama una reunión informal, directa y empá-tica.

El diálogo fue vivo, rápido, estimulante, y pronto se generalizó hacia quienes escuchábamos. Ken, Allan y Bill se movían constantemente, hacían pregun-tas, realizaban experiencias con personas asistentes, reñían, discutían, permanecían silenciosos, expresaban profundas convicciones, en fin, era obvio que expresaban sus sentimientos y pensamientos y que sus acciones los acompañaban creando un clima de honestidad, soltura y espontaneidad muy grato.

W. Schutz manifestó sus temores. Él sentía que aparecía como un hom-bre agresivo y cortante. Durante algún tiempo había luchado contra ello. Ahora sim-plemente se aceptaba como era. Había descubierto que era la forma más directa para que los otros lo aceptaran a él. Luego, expuso sus intereses, cada vez más quería des-intelectualizarse. Haber alcanzado un doctorado y haber trabajado en diversas univer-sidades no era la manera, para él, de acercarse al hombre y así mismo. Quería estar y sentir con el ser humano y había aprendido que para ello era necesario ser sencillo, abierto y franco. Era necesario crear y vivir en un ambiente que apoyara estos compor-tamientos (Esalen lo permitía) y sobre todo exigía una análoga actitud para consigo mismo. En ello, un encuentro con su propio cuerpo era decisivo y lo había sido.

Casi al finalizar la charla, alguien preguntó a Schutz cuáles creía él serí-an las aspiraciones que el americano tendría para el futuro. Schutz expresó: no sé bien qué deseará para el futuro próximo (digamos 20 a 50 años) el americano medio, en cambio, con respecto a aquellos americanos que día a día descubren el valor de vivir con otros seres, que de algún modo se identifican con el movimiento humanístico, y que están de verdad interesados en crecer, pienso que una de las aspiraciones que ellos tendrán es, simplemente, luego de haber alcanzado cierto nivel económico, vivir en Oriente. Creo que del encuentro entre el hombre occidental y la vida oriental surgirá una nueva época. Epoca tremendamente profunda, de religiosidad abierta y, absoluta-mente descompetitiva.

Cuando comparo los libros de W. Schutz con estas palabras se me pro-duce el “cierre” con respecto a Schutz, es decir, termino de comprender su posición y el “eidos” de su pensamiento.

Dicho en términos simples, se trata siempre del encuentro. Encuentro del hombre con su cuerpo, encuentro del hombre consigo mismo, encuentro del hom-bre con otros, encuentro del hombre con su realidad y, finalmente, encuentro del hom-bre de Occidente con la vida de Oriente, o lo que es lo mismo, encuentro del mundo consigo mismo. Una vez más, la anciana idea de la confluencia del yin y el yan.
W. Schutz ha escrito, que yo sepa, cinco libros (3). Ellos son:

“Firo. A Three Dimensional Theory of Interpersonal Behavior. (1958);

“Joy, Expanding Human Awareness”. (1967)

“Here Comes Everybody. Bodymind and Encounter Culture”. (1971); hay una versión en español editada en 1973 por Ed. Amorrortu, bajo el título: “Todos somos uno”.

“Elements of Encounter”. (1973); y “Body Fantasy”. (1977).

Con “Firo” plantea por primera vez su teoría acerca de las necesidades interpersonales básicas. En “Joy” establece los niveles que deben ser considerados para apoyar al ser humano en su búsqueda de plenitud y el modo según el cual el facili-tador grupal puede ser un apoyo. Cuatro niveles son descritos y analizados: el cuerpo, el funcionamiento personal, las relaciones interpersonales y las relaciones organizacio-nales. Para su tercer libro “Heres Comes Everybody” Schutz ha desarrollado una con-cepción sobre el hombre y la relación humana y, un método de acción: los grupos de encuentro abierto. Su siguiente obra, “Elements of Encounter”, afina y profundiza exhaustivamente todo lo referente a “grupos de encuentro” o “encounter” como se le conoce en USA. Este es, indudablemente, el libro más apropiado o requerido por un facilitador grupal para su trabajo. Finalmente, en “Body Fantasy”, Schutz retoma su ciclo, vuelve al estudio del cuerpo. La obra expone sus experimentaciones en terapia guestáltica y rolfing, una mezcla de masaje doloroso y terapia verbal.

Cuatro conceptos constituyen la obra gruesa de la concepción, sobre el hombre y la relación humana, que W. Schutz posee. Ellos son, el cuerpo, el individuo, lo interpersonal y el grupo(4).

Cosa capital resulta, en la cultura de los encuentros, comprender el cuerpo. La valoración del cuerpo, reacción evidente a la desvalorización que él sufrió o sufre aún, es previa a todo intento para lograr una real integración entre cuerpo y mente. Tal integración provoca una inmediata innovación con respecto a la manera de ver la educación, la terapia, la cultura, la sociedad, etc. Ello implica reconocer la es-trecha conexión que existe entre lo emocional y lo corporal, comprender que tanto sen-timientos como comportamiento son expresados por el cuerpo, aceptar que el cuerpo constituye el más fiel reflejo de la propia historia (la personal) y, por último, que mente y cuerpo no son enemigos sino puntas de un mismo cordel.

Obviamente, el concepto de sí mismo depende en gran medida tanto del conocimiento como del aprecio que la persona tiene de sí mismo (lo que incluye con primera prioridad el cuerpo). Pero, además, deriva de nuestras relaciones con el resto de la gente. No en vano afirma Krishnamurti que la convivencia es el espejo donde vemos lo que somos cada uno (5). Aquí es donde Schutz desarrolla su “teoría tridimen-sional” del comportamiento interpersonal”. En ella tres conceptos permiten compren-der el proceso de interpersonalidad que, usualmente, todo humano sigue: inclusión, confrontación y afecto.

Finalmente, el grupo viene a ser un fenómeno análogo al individuo, donde la “teoría tridimensional” cobra toda su eficacia.

Ahora bien, en esta posición y pensamiento hay algo que es más impor-tante: la acción. Puesto que el hombre se debate en una sociedad básicamente neuróti-ca, puesto que aparece desajustado con respecto a su temporalidad, puesto que no basta conceptualizarlo como hombre o como sociedad, y dado que las soluciones grandilo-cuentes continúan fracasando estrepitosamente, Schutz ofrece una acción. Esa acción es el grupo de encuentro. Una acción limitada, incluso en el número, pero que multi-plicada, siempre desde la génesis misma del individuo y su comunidad: su realidad aquí y ahora, está significando, hoy por hoy, el fenómeno social del siglo XX.

Los grupos de encuentro suelen encuadrar su quehacer dentro del marco de un taller (workshop). El taller comprende, usualmente, 5 días de trabajo, de prefe-rencia en un sistema de residentes. Aunque también los hay de 2 días y de 1 mes. Su cupo va de 10 a 25 personas y las reuniones ocurren mañana, tarde y noche. De esta forma se ha probado (Gibb, 1970) que los efectos de un taller equivalen a los de sesio-nes periódicas de 2 ó 3 años.

El desarrollo de los grupos de encuentro (su aparición en la historia de la Psicología) está conectado con los grupos psicoterapéuticos, aún que, como vere-mos, su enfoque no es propiamente psicoterapéutico, sino de crecimiento personal, concepto que encierra tanto aspectos educativos como terapéuticos.

Los grupos psicoterapéuticos aparecieron con Pratt en 1907, aún cuando alcanzaron su máximo ímpetu durante la guerra mundial(6). Precisamente, poco des-pués de finalizada la II guerra mundial, en 1947, algunos estudiantes del psicólogo Kurt Lewin organizaron el primer laboratorio de entrenamiento centrado en el grupo (grupo-T), la “T” significa “training” (Marrow, 1969). Este movimiento rápidamente desarrolló bajo la dirección de Leland Bradford, los NTL, National Training Laborato-ry. Hoy, la más importante institución del mundo, en cuanto a entrenamiento de y en grupos - T.

En 1952 nacieron los Western Training Laboratory, como parte de los NTL, en la costa oeste de los EE.UU. Paulatinamente, ellos comenzaron a enfatizar el crecimiento personal más que la dinámica del grupo. Para 1961-1962, en Bethel, Ir-ving Weschler y Joseph Luft introdujeron la idea de desarrollo del crecimiento perso-nal a través del uso del proceso grupal. Esta innovación fue focalizada por el mismo W. Schutz en 1963, también en Bethel. Al año siguiente, 1964, los californianos John y Joyce Weir guiaron el primer laboratorio de Crecimiento Personal en Bethel y, ade-más introdujeron el uso de técnicas no-verbales, fantasía y psicosíntesis.

El Laboratorio de Crecimiento Personal en Bethel continuó ofreciéndo-se, pero con una orientación hacia el grupo y el desarrollo organizacional. En 1967, W. Schutz formó grupos de crecimiento personal, en el Instituto Esalen de Big Sur, California, y los llamó “encounter” (grupos de encuentro). El impacto había llegado.

W. Schutz sostiene que siete son los principios que fundamentan la cul-tura de los encuentros, por ende, de un “encounter”.

Ellos son:

Unidad del organismo: el hombre es, al mismo tiempo, corporal, psi-cológico y espiritual. Todos esos niveles son manifestaciones de una misma esencia y, por lo tanto, ella funciona cuando está armonizada.

Honestidad: honestidad y apertura son las llaves para el crecimiento. Ser honestos permite al cuerpomente llegar a ser un claro canal tanto de la energía que fluye hacia el cuerpo como de la que él expresa.

Awarenss (darse cuenta): el darse cuenta es un de los principales pro-pósitos del encounter. Darse cuenta de sí mismo, de los otros y del universo es un pro-ceso de vida que permite conocerse y apreciarse, sentir la propia importancia, aceptar lo que se es y puede hacer, y aprender a ser responsable por y de uno mismo.

Libre elección: ir y permanecer en un grupo de encuentro es siempre un acto voluntario, asumir la responsabilidad de lo que se hace y lo que no se hace. En él. cada participante está permanentemente ejerciendo su libertad y su responsabilidad. Si él está aprendiendo algo o no, si está ocupado o inerte, si está aburrido o interesado, si está enloquecido o no, viene a ser siempre una cuestión básicamente personal y que debe asumir desde sí mismo.

Naturalidad: el grupo de encuentro es una ocasión para remover los propios bloqueos y permitir que la energía fluya libre y naturalmente. Una ocasión para desarrollar la espontaneidad, para ser simplemente como se es, dejando a un lado máscaras, clichés, actuaciones y roles estereotipados.

Forma de vida: el encounter es una forma de vida, no una técnica tera-péutica, que permite interaccionar con otras personas de una manera diferente a la que, usualmente, la estructura social ofrece; estructura basada en la “diplomacia”, el tacto, la racionalidad y los tabúes corporales. La cultura de los encuentros (encounter) surge como la sucesora de la actual cultura, la cultura de las pugnas (counter).

Apertura y honestidad son el corazón de la cultura de los encuentros. Ella aprecia la integración de sentimientos y pensamientos, reconociendo el papel cen-tral que los sentimientos juegan tanto en los aspectos internos como interpersonales del ser humano. Reconoce el rol del cuerpo en la historia personal, acepta la unidad de cuerpo, mente y espíritu, y la importancia de trabajar todos estos niveles simultánea-mente. Reconoce la importancia de la naturalidad, la espontaneidad y el realismo (ser aterrizado). Impulsa al individuo a asumir sus responsabilidades y ejercer sus liberta-des. Focaliza su quehacer en el aquí y ahora. Y, sin prometer nada, aspira a una forma de vida que de al hombre plenitud.

Aquí es donde entra en juego la “teoría tridimensional” del comporta-miento interpersonal, puesto que el proceso grupal que sirve de campo y fondo al cre-cimiento personal, dentro del grupo de encuentro, se apoya en ella.

W. Schutz sostiene en “Elements of Encounter” que “la noción psicoló-gica clave en teoría sobre el encuentro es el concepto de sí mismo” (pág. 38). A su vez, el concepto de sí mismo se deriva en gran medida de las relaciones que el indivi-duo tiene con otras personas. Estas relaciones aparecen gobernadas por tres necesida-des básicas. Como aparecen antes, éstas son: inclusión, confrontación y afecto(7).

Inclusión: el primer problema que un individuo se ve enfrentado a re-solver ante un grupo o en sus relaciones, llamémoslas sociales, es si está adentro o afuera de tal grupo, o adentro o afuera de tal relación o relaciones. En la medida que él se “siente” incluido en un grupo o con otras personas se abre para él la posibilidad de interaccionar. Interaccionar es, de suyo, crucial para el ser humano, ello le permite encontrarse con otros seres y retroalimentarse, tanto con respecto a sí mismo como con respecto a la realidad. Cuando un hombre pregunta a otro si este está o no viendo el ovni que él ve, se está retroalimentando a sí mismo. Naturalmente, en la medida que el individuo sienta que es aceptado e incluido, su concepto de sí mismo mejorará pues el ser incluido es, de alguna manera, manifestación de valoración hacia su persona.

Confrontación: si un hombre siente que es aceptado, por ejemplo en una reunión, un debate o un comité, puede honestamente desear lograr algo, tanto para sí como para el grupo. Para ello deberá manifestarse, exponerse, confrontarse. De algún modo se verá envuelto en una competencia o enfrentamiento. Con el tiempo, tanto él como el grupo, descubrirán el valor de cada uno de los participantes y, ellos, inevitablemente, serán ubicados, jerarquizados o estratificados en referencia a diversas y múltiples situaciones. Naturalmente, el deseo de poder es una de las manifestaciones más evidentes en la confrontación y también lo es el de conocerse y ubicarse grupal-mente.

Afecto: finalmente, cuando un individuo ha superado tanto sus proble-mas de aceptación como de poder es probable que empiece a ser capaz de sentir a otros seres, de manera directa. Aquel hombre que no siente temor de otro ser humano, ni tampoco afán de usarlo o dominarlo está apto para poder amarlo o, incluso, para odiar-lo.

Estas necesidades son experimentadas intensamente en un grupo de en-cuentro sin que sea menester plantearlas explícitamente. Aparecen espontáneamente.

Hace muchos años que trabajo como facilitador de grupos de encuentro. En mi desarrollo como facilitador siempre he estado en lo que yo llamo, la línea de Esalen. Naturalmente ha habido diferencias entre mi periodo pre-Esalen y el posterior a mi residencia en Big Sur. Big Sur significó para mí, un asentamiento total y definiti-vo. He trabajado y vivido con diversos grupos. La mayoría de ellos relacionados con educación y terapia. Mi impresión siempre ha sido la misma. Un grupo de encuentro es una experiencia maravillosa, es realmente un encuentro. Un encuentro con muchas aspiraciones, un encuentro con muchas realidades, un encuentro pleno consigo mismo, un encuentro esplendoroso con otros seres humanos, y ocasionalmente, un encuentro con el misterio, la trascendencia y Dios.

Con Raúl Eberhard conformamos (entre 1976 y 1986) un equipo de tra-bajo, de amigos y vida para el encuentro. Cada grupo de encuentro ha sido para noso-tros una experiencia única. A todos hemos ido para ser lo que somos y para apoyar a otros a que sean su propio ser. Hemos aprendido a reír, llorar y rabiar sin vergüenza. A estar, ser y sentir a nuestro prójimo. Y de todos nuestros grupos de encuentro hemos salido sudorosos, satisfechos y sonrientes. Hemos vivido en plenitud.

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